domingo, 6 de marzo de 2022

Wislawa Szymborska

Con algo de retraso aquí llega la selección del mes pasado.

Elegir cuatro poemas de Wislawa no ha sido nada fácil, por eso traigo cinco.

DESPEDIDA DE UN PAISAJE

 

No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo.
No me quejo de que cumpla
como todos los años
con sus obligaciones.
       
Comprendo que mi tristeza
no frenará la hierba.
Si los tallos vacilan
será sólo por el viento.
       
No me causa dolor
que los sotos de alisos
recuperen su murmullo.
       
Me doy por enterada
de que, como si vivieras,
la orilla de cierto lago
es tan bella como era.
       
No le guardo rencor
a la vista por la vista
de una bahía deslumbrante.
       
Puedo incluso imaginarme
que otros, no nosotros,
estén sentados ahora mismo
sobre el abedul derribado.
       
Respeto su derecho
a reír, a susurrar
y a quedarse felices en silencio.
       
Supongo incluso
que los une el amor
y que él la abraza a ella
con brazos llenos de vida.
       
Algo nuevo, como un trino,
comienza a gorgotear entre los juncos.
De veras les deseo
que lo oigan.
       
No exijo ningún cambio
de las olas a la orilla,
ligeras o perezosas,
pero no obedientes.


Nada le pido
a las aguas junto al bosque,
a veces esmeralda,
a veces zafiro,
a veces negras.
       
Una cosa no acepto.
Volver a ese lugar.
Renuncio al privilegio
de la presencia.

       

Te he sobrevivido suficiente
y solo lo suficiente

para recordar desde lejos.

 

LA REALIDAD EXIGE

 

La realidad exige
que lo digamos bien claro:
la vida sigue su curso.
Sucede así en Cannas, en Borodinó,
en los llanos de Kosovo y en Guernica.

Hay una gasolinera
en una pequeña plaza de Jericó,
hay bancos recién pintados
cerca de Bila Hora.
Las cartas van y vienen
entre Pearl Harbor y Hastings,
pasa un camión de muebles
bajo la mirada del león de Queronea
y solo un frente atmosférico amenaza
los florecientes jardines cercanos a Verdún.

Hay tanto de Todo
que lo que hay de Nada queda muy bien cubierto.
De los yates de Accio
llega la música
y en la cubierta, al sol, bailan las parejas.

Pasan siempre tantas cosas
que seguro tienen que pasar en todas partes.
Donde hay piedra sobre piedra
hay un carro de helados
cercado por los niños.

Donde estaba Hiroshima
de nuevo está Hiroshima
y se siguen produciendo
objetos de uso cotidiano.

No le faltan encantos a este horroroso mundo
ni tampoco amaneceres
para los que merece la pena despertar.

En los campos de Macejowice
la hierba es verde,
y en la hierba, como pasa en la hierba,
la escarcha, transparente.

Quizá no haya un lugar que no haya sido un campo de batalla,
los aún recordados,
los hoy ya olvidados,
bosques de abedules y bosques de cedros,
nieves y arenas, pantanos irisados
y barrancos de negro fracaso
donde en caso de urgencia
satisfacemos ahora nuestras necesidades.

Qué moraleja sale de todo esto: parece que ninguna.
Lo que de verdad sale es la sangre que seca rápida
y siempre algunos ríos, algunas nubes.

En los trágicos desfiladeros
el viento se lleva los sombreros,
y es inevitable:
la imagen nos da risa.

 

FIN Y PRINCIPIO

Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.

Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.

Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.

Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un cristal en la ventana
y la puerta en sus goznes.

Eso de fotogénico tiene poco,
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.

A reconstruir puentes
y estaciones de nuevo.
Las mangas quedarán hechas jirones
de tanto arremangarse.

Alguien con la escoba en las manos
recordará todavía cómo fue.
Alguien escuchará
asintiendo con la cabeza en su sitio.
Pero a su alrededor
empezará a haber algunos
a quienes les aburra.

Todavía habrá quien a veces
encuentre entre hierbajos
argumentos mordidos por la herrumbre,
y los lleve al montón de la basura.

Aquellos que sabían
de qué iba aquí la cosa
tendrán que dejar su lugar
a los que saben poco.
Y menos que poco.
E incluso prácticamente nada.

En la hierba, que cubra
causas y consecuencias,
seguro que habrá alguien tumbado
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes.

 

BAILE

 

Mientras no se sepa aún algo seguro,

pues no nos llegan todavía señales,

 

mientras la Tierra siga siendo diferente

a los planetas hasta ahora cercanos y lejanos,

 

mientras no se diga ni se escuche nada

sobre otras hierbas honradas por el viento,

sobre otros árboles ceñidos por coronas,

sobre otros animales comprobados como aquí,

 

mientras no haya un eco, además del nativo,

que sea capaz de entrecortar palabras,

 

mientras no haya noticia

de peores o mejores mozarts,

edisons, platones,

 

mientras nuestros crímenes

puedan rivalizar sólo entre sí,

 

mientras nuestra bondad

siga sin parecerse a nada

y siendo excepcional hasta en su imperfección,

 

mientras nuestras cabezas llenas de ilusiones

se consideren las únicas cabezas llenas de ilusiones,

 

mientras sólo desde la bóveda de nuestras bocas

pueda ponerse un grito en el cielo,

 

sintámonos huéspedes de este refugio,

distinguidos y extraordinarios,

bailemos al son de la banda local

y hagamos como si éste fuera

el baile de los bailes.

 

No sé si para otros,

para mí esto es del todo suficiente

para ser feliz e infeliz:

 

un rincón modesto,

en el que las estrellas den las buenas noches

y hacia el que parpadeen

sin ningún significado.

 

 

VIDA AL INSTANTE

 

Vida al instante.
Representación sin ensayo.
Cuerpo sin prueba.
Cabeza sin reflexión.


No conozco el papel que tengo.
Sólo sé que es mío, intransferible.


De qué trata la obra,
tengo que adivinarlo sobre el propio escenario.


Mal preparada para el honor de vivir,
apenas si aguanto el ritmo de la acción impuesto.
Improviso, aunque aborrezco la improvisación.
Tropiezo a cada paso con el desconocimiento de las cosas.
Mi forma de ser huele a provincial.
Mis instintos son los de un aficionado.
El miedo escénico, como justificación, me humilla

mucho más.
Siento como crueles las circunstancias atenuantes.
Imposible retirar palabras y reflejos,
las estrellas no contadas,
el carácter, abrigo abotonado sobre la marcha:
he aquí los lamentables resultados de estas prisas.


¡Si pudiera ensayar aunque fuera sólo un miércoles antes
o repetir otra vez al menos un jueves!
Pero ahí está el viernes con un diálogo que desconozco.
¿Es justo? — me pregunto
(con la voz ronca,
porque ni siquiera me han dejado aclararme la voz

entre bastidores).


Ilusorio es pensar que se trata de un examen

superficial
que tiene lugar en una sala fortuita. No.
Estoy de pie entre los decorados y veo lo sólidos que son.
Me sorprende la precisión de todo este atrezzo.
Los sistemas rotatorios funcionan ya desde hace tiempo.
Han sido encendidas incluso las más lejanas nebulosas.
Ah, no me cabe duda de que se trata del estreno.
Y haga lo que haga
se convertirá para siempre en lo que hice.






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